Arkaitz Rodriguez

«Tenemos que materializar la transición del autonomismo  a la soberanía, a la cuarta va la vencida»

El nuevo Sortu inició su andadura en enero de 2017, y en septiembre Arkaitz Rodriguez relevó a Arnaldo Otegi en el puesto de mayor responsabilidad. Previamente y posteriormente a ello, se han producido grandes sacudidas en el escenario político, especialmente el desarme y el proceso de Catalunya, que no han cambiado el norte de la izquierda abertzale pero le han hecho girar un poco la brújula. En esta entrevista Arkaitz repasa tanto la situación interna como la externa, pero habla especialmente sobre los retos de futuro, sin ansiedad pero sabiendo que algunas cosas se tendrán que dirimir en 2018.


1.- Ha transcurrido un año desde el nacimiento del nuevo Sortu. Entonces se utilizó el término refundación, una palabra potente. ¿Tan grande ha sido el cambio?
Antes que nada quiero poner en valor el trabajo realizado por la anterior dirección, con todos sus errores y aportaciones. Ahí está lo que ha hecho en la consolidación de la nueva estrategia, como tarea primordial e indispensable. Pero, sí, ahora se ha producido un gran cambio. Hace dos o tres años la izquierda abertzale pasó momentos complicados. El freno que tanto los Estados como el PNV pusieron al proceso de paz y al proceso político en general, unido a la imposibilidad de romper ese bloqueo, sumió a la izquierda abertzale en una desorientación estratégica y un bloqueo bastante considerables. Por otro lado, para entonces las disfunciones organizativas habían tocado techo: el cambio de estrategia no vino acompañado por un cambio organizativo de similar envergadura. Seguíamos con el mismo funcionamiento de la fase anterior, con un importante verticalismo y consignismo. Debido a ello, la izquierda abertzale tenía el pulso bajo, y Sortu, además de estar débil en el terreno organizativo, sufría una evidente falta de autoridad, credibilidad y adhesión. Por eso se utilizó la palabra refundación. Había que realizar un gran cambio. En términos estratégicos, había que recuperar la unilateralidad como único antídoto eficaz contra el bloqueo del proceso de paz y el proceso político; en términos organizativos, había que hacer toda una revolución que siguiera a la primera, es decir, al cambio de estrategia. Me parece que tras todo ello el ambiente ha mejorado notablemente y hemos empezado a recuperar el pulso perdido. Por lo tanto, la valoración es positiva. Otra cuestión es que, como decíamos también entonces, la refundación no se hace de la noche a la mañana. Es un proceso que necesitará años. Una cultura político-organizativa no se puede transformar de golpe, pues exige grandes cambios colectivos e incluso personales.



Las enseñanzas de Catalunya exigen reflexiones profundas. 
Y un enorme trabajo previo. Y aceptar que en ese camino 
tendremos grandes contradicciones.”

2.- La izquierda abertzale ha pasado por una fase de introspección bastante larga. Se podría decir que el coche se metió en el taller, se le hizo un chequeo, se reparó, se limpió y, una vez puesto a punto, ha vuelto a salir a la calle. Se le ve transformado, ¿pero ha cogido ya el ritmo o todavía no acaba de arrancar?
Tenemos que dar por finalizado ese ejercicio interno, aunque, como ya he dicho, el proceso de refundación requerirá años. Tenemos que ponernos mirando a Euskal Herria, al proceso de liberación. Tenemos que seguir mejorando organizativamente, tenemos que seguir fortaleciendo la nueva cultura política, pero Euskal Herria no puede esperar y, de hecho, no está esperando a la izquierda abertzale. Los retos están sobre la mesa y ha llegado el momento de acometerlos con ganas y con fuerza. 2018 tiene que ser el año para ello.

3.- 2017 ha sido un año muy intenso políticamente, especialmente por lo que ha sucedido en Catalunya. ¿Ha hecho cambiar eso los esquemas que manejaba Sortu? Recurriendo a la famosa frase, ¿una vez aprendidas las respuestas no han cambiado totalmente las preguntas? ¿No hay que volver a repensarlo todo?
En cierta medida sí. Coincido con los análisis que se han planteado en GARA: lo de Catalunya ha trastocado o hecho saltar por los aires los relatos de todas las familias políticas. Yo diría que los ha desbordado. En lo esencial, lo sucedido en Catalunya no nos ha sorprendido, pues ya sabíamos que con el Estado español no existía ninguna posibilidad de bilateralidad real. Pero también hemos visto que ese relato de la unilateralidad tiene sus límites. Ojo, con ello no quiero decir que ese relato de la unilateralidad no sea acertado: hoy por hoy, la unilateralidad es la única manera posible de materializar el derecho a decidir. Por una parte, Catalunya ha demostrado que eso es posible, que en un momento dado es factible declarar la independencia por mandato de una mayoría social. Pero, por otra parte, hoy por hoy no ha sido posible materializar esa República, ejercitar esa independencia. En cualquier caso, el de Catalunya no es un camino agotado. Han llegado a un punto, un punto que poca gente esperaba, y a partir ahora ese es el reto: cómo materializar el Estado independiente.

4. – Ese escenario, ¿reduce o incrementa las posibilidades para que Euskal Herria también avance?
En mi opinión, las incrementa. Hay que reconocer que lo de Catalunya, o, mejor dicho, la violenta respuesta del Estado, puede generar miedo y, por lo tanto, desmovilización, porque en una situación como esa para mucha gente funciona el famoso adagio castellano de «más vale malo conocido que bueno por conocer». Pero también es cierto que, por una parte, lo de Catalunya ha ensanchado la grieta del régimen del 78, ha hecho que el Estado se sumerja en la mayor crisis de los últimos tiempos, lo cual ha abierto una ventana de oportunidad para las naciones del estado y, por lo tanto, también para Euskal Herria. Por otra parte, lo de Catalunya demuestra que a pesar de las dificultades es posible construir una mayoría social soberanista que se proyecte también en términos institucionales y ponga las instituciones al servicio del proceso soberanista y la construcción estatal. Por último, lo de Catalunya nos muestra qué obstáculos y dificultades te puedes encontrar en el camino, y eso es una ventaja para quienes queremos recorrer un camino similar, ya que nos permite anticiparnos a esas dificultades o problemas (en el caso de los procesos de industrialización de los siglos XVIII-XX, a eso se le ha llamado “ventaja del continuador”).
Así pues, las principales enseñanzas que nos deja el proceso de Catalunya serían las siguientes: en primer lugar, la necesidad de construir una mayoría independentista sólida que no solamente supere el listón del 50% sino que además posibilite materializar la independencia aún teniendo en contra toda la maquinaria represiva del Estado. En segundo lugar, la necesidad de alcanzar previamente el mayor nivel posible de soberanía económica o, dicho de otra manera, conseguir que la dependencia económica con respecto al Estado sea lo menor posible, pues ya hemos visto hasta dónde llega su capacidad de chantaje en el terreno económico. En tercer lugar, la complicidad internacional con el proceso es algo que hay que trabajar desde hoy mismo, pues estamos viendo que, a la hora de la verdad, tener una mayoría independentista, aún siendo una condición indispensable, te sirve de muy poco si careces de apoyo internacional. Y por último estaría la cuestión del control del territorio: si Catalunya hubiera sido capaz de hacerse con el control efectivo del territorio el día siguiente a la proclamación de la independencia, la independencia ya sería una realidad. Eso se puede hacer de dos maneras: o tienes la fuerza policial o militar suficiente para ello (el control o el apoyo de los Mossos en el caso de Catalunya y el de la Ertzaintza y Policía Foral en el caso de Euskal Herria), o lo haces por medio de la gente. También cabe la opción de hacerlo de ambas maneras a la vez, lo cual sería más eficaz. Y todo ello, evidentemente, exige reflexiones profundas. Y un enorme trabajo previo. Y aceptar que en ese camino tendremos grandes contradicciones.

5.- Esta fase del proceso de Catalunya se ha desarrollado a una velocidad de vértigo. En Euskal Herria está ampliamente aceptado el hecho de que aquí serían necesarios otros ritmos y otros plazos. Pero también existe el riesgo de que, mientras tanto, el pueblo se enfríe y desconecte. ¿Es urgente iniciar ya el proceso independentista o puede esperar? ¿Tenemos tiempo?
En el mundo pueden encontrarse experiencias de todo tipo, pero yo diría que, como criterio general, las urgencias y las ansiedades no ayudan. Y hay que decir que en la izquierda abertzale estamos muy habituados a hablar de trenes que pasan, a vivir todas las situaciones como si fueran de vida o muerte, de ahora o nunca, y eso no ayuda. Las cosas hay que hacerlas con calma y tenemos que huir de mimetismos cerrados. Por otra parte, también es cierto que estos procesos no pueden alargarse demasiado. En Quebec vemos como en la década de los 90 se hicieron dos intentos, el independentismo rozó la victoria pero no llegó a la meta, posteriormente iniciaron una fase más larga y ahora aquel movimiento se ha enfríado. Volviendo a Euskal Herria, ponemos a Catalunya como modelo porque no existen mil caminos para llegar a la meta. En esencia, solo existen dos caminos: el de Escocia o Quebec, que requiere una vía democrática por parte del Estado, y el de España o Turquía, que no están dispuestas a aceptar un principio democrático básico. Por eso decimos que nuestro proceso será más parecido al de Catalunya que al de Escocia, pero no porque el de Catalunya nos parezca mejor en sí mismo. Preferiríamos mil veces el otro modelo, pero el Estado español no es el Reino Unido ni Canadá.

6.- Vista la posición que ha adoptado la Unión Europea ante esta cuestión, ¿la izquierda abertzale tiene que hacer una relectura sobre Europa?
Es demasiado pronto para responder a eso. Europa se ha alineado con el Estado español, es cierto; quizás no se ha alineado completamente, pero se ha alineado. En Catalunya eso ha resultado bastante sorprendente, no se lo esperaban, pero sería ingenuo pensar que Europa toleraría sin más que un proceso de empoderamiento como el de Catalunya culminara con éxito. Ya lo habíamos visto en Grecia. Eso se produce a nivel de élites. Las élites europeas no desean de ninguna manera procesos de ese tipo, porque serían una enseñanza muy importante para las clases oprimidas y los pueblos del mundo. Supondría demostrar que es posible cambiar las cosas mediante un proceso de empoderamiento iniciado desde abajo, hasta el punto de crear un Estado independiente, y eso es algo que no pueden permitir. Dicho todo eso, todavía es pronto para saber qué efecto tendrá en Europa lo que ha sucedido en Catalunya. Si el independentismo mantiene el desafío, y de momento lo ha hecho, como lo demuestran los magníficos resultados del 21 de diciembre, si esa mayoría se revalida una y otra vez, está por ver qué posición adoptará finalmente Europa. No creo que a Catalunya se le pueda aplicar una y otra vez la misma receta que se le ha aplicado a Grecia. Al final, Europa se enfrentará a un problema de estabilidad. Y también a un problema de credibilidad. Sabemos cuáles son los intereses de esas élites europeas, pero también tienen que guardar las formas. Catalunya se enfrenta a dos retos: por una parte, ensanchar el espacio soberanista-independentista y situarlo por encima del 50% en una convocatoria electoral; por otra parte, recabar mayores complicidades a nivel internacional. Y veremos si al final Europa no se ve en la necesidad de dar una salida democrática a esa demanda.


«Ante la revolución conservadora necesitamos ilusión y ambición, 
necesitamos la perspectiva de que es posible cambiar las cosas»

7.- Volvamos a Euskal Herria. En el Parlamento de Gasteiz, ¿esperas algo del grupo de trabajo sobre el nuevo estatus? ¿Poco? ¿Mucho? Además, el contexto es contradictorio: cuando ahí se plantea el paso, la cerrazón y el centralismo del Estado se hacen patentes.
Lo que decimos es lo siguiente: en este país, las fuerzas favorables al derecho a decidir tienen que alcanzar un acuerdo. Por dos razones. En primer lugar, sabemos desde hace tiempo que este marco está agotado, han transcurrido 20 años desde que llegamos a esa conclusión. En segundo lugar, por si fuera poco, en este momento nos encontramos en un estado de excepción, aunque muchas veces puede perderse la conciencia de ello. Lo de Catalunya ha dado lugar a la aplicación del artículo 155, lo cual ha puesto patas arriba el sistema autonómico. Sería ingenuo pensar que el Estado ha planteado esa receta únicamente para Catalunya. De ninguna manera. La involución está en marcha a nivel estatal, la contrarreforma ha llegado, y no cabe ninguna duda de que eso tendrá repercusiones también en Euskal Herria. Por ejemplo, las voces contrarias al Concierto Económico no son nuevas, existían también antes. Lo nuevo es la fuerza que han adquirido ahora. Y también es nuevo que esa amenaza contra el Concierto ha empezado a materializarse mediante el 155. Por lo tanto, necesitamos imperiosamente ese acuerdo para superar la autonomía. Tenemos que materializar de una vez por todas esa transición de la autonomía al soberanismo que tanto se ha mencionado en los 20 últimos años. Ahí estamos, en esa transición entre dos ciclos. David Fernández decía lo siguiente: «¡qué larga se está haciendo la transición de la dictadura a la democracia!»; y yo añadiría: «¡qué larga se está haciendo la transición del autonomismo a la soberanía!». Hemos hecho diferentes intentos para realizar ese tránsito como pueblo: el primero fue Lizarra-Garazi (1998-2000), el segundo el Plan Ibarretxe (2004-05), el tercero las conversaciones de Loiola (2006-07), y ahora estaríamos ante un cuarto intento. Para ello tenemos una nueva e importante variable cualitativa, o mejor dicho dos: por una parte, el cambio de estrategia de la izquierda abertzale; por otra parte, dentro de la nueva estrategia, la apuesta por un proceso confederal y asimétrico. A la cuarta lo tendríamos que conseguir. Y ese debería ser el objetivo y la tarea de la Ponencia de Autogobierno. No obstante, vemos con preocupación la posición política del PNV, ya que, una vez dejada atrás la era Ibarretxe, observamos que lo que se ha impuesto es el neoregionalismo o neoestatutismo.

8.- Históricamente, la izquierda abertzale ha mantenido dos actitudes frente el PNV: unas veces le ha tendido la mano y otras veces le ha dado leña, y también ha habido momentos en que ha simultaneado ambas actitudes. ¿Qué toca ahora? ¿Cómo hacer que se mueva?
Todas las fuerzas que estamos a favor del derecho a decidir deberíamos ser capaces de llegar a ese acuerdo. Hemos visto que el discurso de Felipe VI ha disciplinado a todas las fuerzas que conforman el bloque unionista, y que el PP, Ciudadanos y el PSOE no han tenido ningún problema para unirse en defensa de la unidad de España. Pues bien, las fuerzas que creemos en este pueblo también deberíamos ser capaces de hacer lo mismo, tendríamos que ser capaces de llegar a un acuerdo. Entonces, la pregunta es si la decantación actual del PNV (haciendo acuerdos con el PSOE y el PP) es estructural o meramente coyuntural. Lo que tenemos claro es que, en principio, la decisión que tome el PNV en la Ponencia de Autogobierno determinará su posición para toda una generación. Lo veremos en los próximos meses. Y debe decidir teniendo en cuenta una cosa: en este momento el Estado no deja ningún resquicio para vías intermedias, viene a por todas. Equipararía la situación actual con aquel “a por ellos” de 1997. Puede ocurrir que eso empuje al PNV a alinearse con el soberanismo, o puede ocurrir justamente lo contrario, es decir, que quiera limitarse simplemente a gestionar el miedo, a seguir como ahora o quizás incluso con un poco menos que ahora, argumentando que eso sería mejor que perderlo todo. ¿Qué es lo que determinará su decantación hacia uno u otro lado? Por una parte, y por paradójico que parezca, el propio Estado, ya que con su violenta actitud recentralizadora puede obligar al PNV a hacer eso que hoy por hoy no quiere hacer. El otro elemento determinante sería la fuerza del soberanismo de izquierdas. Por eso decimos que es preciso articular, activar y movilizar ese espacio soberanista de izquierdas y que hay que hacerlo cuanto antes, para que el PNV no tenga más remedio que posicionarse a favor de un estatus de soberanía y, en la búsqueda de ese estatus, se vea obligado a confrontar con el Estado. Y para que, si una vez más vuelve a alinearse con el Estado, sea al precio de perder el apoyo de una parte importante de su base social posibilitando así una hegemonía soberanista y de izquierdas. Por lo tanto, en gran medida está en nuestras manos.

9.- Lo que muestran las últimas encuestas es preocupante para la izquierda abertzale: la sociedad vasca es cada vez más conservadora, miedosa e individualista. En esa evolución del PNV, ¿además de la hegemonía política está consiguiendo también la hegemonía social? ¿Además de las instituciones controla también los valores?
En cierta medida sí. Se ha producido una revolución conservadora de la mano del PNV: en términos nacionales, sumándose a la estrategia del Estado para “congelar” tanto el proceso de paz como el proceso político; en términos socioeconómicos, cumpliendo fielmente las órdenes de Confebask…, en todos los términos. Esa es la realidad. Es una tendencia que se está dando no solamente aquí, sino también a nivel mundial. La explotación del miedo, por ejemplo. Eso, lógicamente, nos preocupa. El PNV se ha dedicado a desactivar la potencialidad de este pueblo al objeto de impedir el fortalecimiento de la izquierda abertzale y el soberanismo de izquierdas, y en gran medida lo está logrando. Lo podemos considerar también como una «profecía autocumplida». El PNV ha apostado por ello, y cuando se produce lo utiliza como excusa para decir que ‘la gente no desea’ el proceso de Catalunya, por ejemplo. Estabilidad, esa es la nueva palabra fetiche. Nosotras y nosotros, por el contrario, necesitamos ilusión y ambición, necesitamos la perspectiva de que con el empuje popular y mediante la autoorganización es posible cambiar las cosas. Utilizando el concepto de moda, tenemos que disputarle la hegemonía, no en términos electorales, o al menos no únicamente en términos electorales, sino en términos culturales y de valores. Es un reto añadido para nosotras y nosotros. Y lo de Catalunya, al menos en cierta medida, ayuda a ello.

10.- En opinión de Sortu, ¿cuáles pueden ser las palancas del cambio y la soberanía? Los sindicatos, el feminismo, quienes no viven en el «oasis vasco»..., ¿cuáles serían los compañeros de viaje adecuados y necesarios?
Rafa Díez lo ha planteado en más de una ocasión. Hoy por hoy se dan las condiciones para un «Maltzaga social». Por ejemplo, con quienes has mencionado. Así mismo, no debemos olvidar que el independentismo es la segunda fuerza política en este país. También existe una mayoría favorable al reconocimiento nacional y el derecho a decidir. Y un movimiento sindical potente, de clase y partidario de construir la soberanía. En Catalunya no lo tenían. Además, existen numerosos agentes que tienen gran capacidad de activación: Gure Esku Dago, el movimiento feminista, el movimiento juvenil... Hay que materializar una nueva articulación con todos ellos, a favor de un cambio político y social profundo, a favor de la soberanía política y económica, a favor de una democracia vasconavarra, a favor de un estado propio.



«Euskal Herria no está esperando a la izquierda abertzale. 
Los retos están sobre la mesa y ha llegado el momento de acometerlos 
con ganas y con fuerza. 2018 tiene que ser el año para ello»

11.- Ampliemos el ámbito geográfico. En Nafarroa e Ipar Euskal Herria se están dando dinámicas políticas muy interesantes, se palpa otro ambiente. Hemos hablado de la apatía existente en la CAV. La izquierda abertzale adolece de un vacío evidente en Bilbo, la metrópoli vasca. ¿Cómo gestionar todo eso?

Como decía antes, dentro del cambio de estrategia, además de la apuesta por las vías exclusivamente políticas y democráticas, hemos apostado por un proceso confederal y asimétrico, y eso es algo que quiero destacar al hilo de esta pregunta. Esta estrategia nos permite poder avanzar en cada uno de los ámbitos administrativos en que actualmente está dividida Euskal Herria en función de las relaciones de fuerza y los ritmos de cada uno de ellos. Nuestra anterior estrategia tenía un gran problema: dentro de la lógica del “todos o nadie”, tomaba la unidad territorial como punto de partida y requisito indispensable para un proceso basado en la materialización del derecho a decidir, y eso, más que facilitar y acelerar el proceso, lo dificultaba. Por una parte, porque exigía que todos los ámbitos administrativos se movieran a la vez (al ritmo de la CAV); por otra parte, porque, dado que la bilateralidad era imprescindible para ello, otorgaba a los Estados capacidad de bloqueo sobre el proceso político. La división territorial la impusieron los Estados y no la aceptamos, pero tenemos que trabajar sobre esa realidad. Por lo tanto, ahora no situamos la unidad territorial al inicio del proceso, sino al final del mismo, como resultado del derecho a decidir. Adaptando a nuestros días la metáfora que solía utilizar Telesforo Monzón, planteamos recomponer en términos democráticos el jarrón roto por los Estados, es decir, planteamos recomponerlo construyendo en cada uno de los ámbitos administrativos una mayoría democrática favorable a ello. Es así como entendemos el proceso de construcción de la República Confederal Vasca, de manera asimétrica, para que cada ámbito administrativo recorra el camino hasta la estación final a su propio ritmo, con sus propios medios y en base a sus necesidades concretas. En ese sentido, nos estamos acercando a una estrategia que resulte eficaz en todos los ámbitos administrativos. Otra cosa es que dentro cada ámbito administrativo podemos encontrarnos realidades muy distintas y que hoy en día tenemos enormes vacíos en los grandes centros urbanos (especialmente en el Gran Bilbao). Esa es precisamente una nuestras principales tareas de cara a los próximos tiempos: encontrar un modelo de intervención independentista y transformador que resulte eficaz en los grandes centros urbanos (especialmente en el Gran Bilbao).

12.- El desarme ha sido otro de los grandes hitos de 2017. Es suficientemente conocida la manera en que se consiguió, ¿pero la unilateralidad acaba ahí? ¿Las siguientes fases (especialmente la vuelta a casa de presas y presos) no exigen necesariamente bilateralidad? ¿O todavía queda margen para la unilateralidad?
Todavía queda pendiente la cuestión de la desmovilización de ETA, que se está trabajando en términos unilaterales. Sobre la cuestión de presas y presos, hay que decir claramente que la resolución integral de las consecuencias del conflicto no puede lograrse únicamente desde la unilateralidad. Todavía se podían dar algunos pasos, y se han dado con la valiente decisión de EPPK, pero no podemos olvidar que la llave de las cárceles la tienen los Estados. Lo que se necesita de ahora en adelante, también en Hego Euskal Herria, son compromisos multilaterales como los que se han conseguido en Ipar Euskal Herria: de las instituciones, de los agentes sociales, del propio colectivo de presas y presos... Esa iniciativa multilateral será necesaria para hacer que los Estados abran las puertas de las prisiones.


Es muy importante entender que cada rehén político que le arrebatamos al Estado 
es de alguna manera un paso que le reduce su capacidad de chantaje. 
Tenemos que actuar con esa mentalidad.”

13.- En el ámbito de presas y presos, por un lado tenemos el esperanzador espacio de trabajo que se ha abierto en París, pero por otro lado está la imposibilidad de traer a casa a las presas y presos que padecen situaciones absolutamente extremas. ¿Qué tiene mayor peso, las luces o las sombras?
Lo hemos dicho muchas veces y debemos tenerlo siempre presente: el Estado está utilizando a las presas y presos para bloquear el proceso político. Su objetivo es obstaculizar el proceso soberanista. Y no dejará de hacerlo, al menos por voluntad propia. Debemos tener claro que los pasos unilaterales nunca han buscado satisfacer las exigencias del Estado, porque, por definición, son unas exigencias imposibles de satisfacer. Están diseñadas precisamente para eso, para que no se puedan satisfacer. Han subido el listón una y otra vez, y en el futuro lo seguirán subiendo. Por lo tanto, hay que plantear claramente que será difícil lograr ese objetivo y que seguiremos encontrándonos con una situación ambivalente: por un lado tendremos motivos para la esperanza (lo de París ahora o el desarme anteriormente, pues hay que recordar que el Estado no quería que ocurriera aquello), pero por otro lado chocaremos con el chantaje de siempre, ya que el Estado no tiene la más mínima intención de cambiar de actitud. Es muy importante entender que cada rehén político que le arrebatamos al Estado es de alguna manera un paso que le reduce su capacidad de chantaje. Tenemos que actuar con esa mentalidad.

14.- Este año Sortu ha asumido varias responsabilidades en el ámbito de presas y presos. Ahí están la comisión de presas y presos políticos, las movilizaciones organizadas por Kalera Kalera... ¿Porqué y para qué?
Porque la salida de las presas y presos siempre ha sido importante pero en este momento lo es aún más, por las razones que ya he mencionado. Y porque, además, estamos ante un drama humanitario. Pero, sobre todo, porque políticamente es enormemente importante ir vaciando las cárceles cuanto antes. Planteamos hacer aquí lo que ya se hizo en Irlanda del Norte: cuando termina la guerra o, mejor dicho, la vertiente militar del conflicto político, todas las presas y presos tienen que volver a casa. Para nosotras y nosotros eso no es negociable. Otra cuestión es cómo y en qué plazos se hace, y para ello proponemos una hoja de ruta acordada en Euskal Herria. 2018 tiene que ser el año para acordar esa hoja de ruta. ¿Para qué? Para poner en marcha las iniciativas institucionales, políticas y de otro tipo que se necesitan para ello. Y para obligar al Estado.

15.- Con vosotras y vosotros, una nueva generación ha entrado en la dirección de Sortu, una generación bastante más joven. Además, gran parte de la nueva dirección viene del movimiento juvenil. ¿Está ayudando eso a activar o reactivar a la juventud?
Observo un cambio importante en los últimos meses. Hace unos dos años la izquierda abertzale vivió una situación bastante difícil. Entre otros problemas, existía cierto distanciamiento entre Sortu y Ernai. Se consideraba que a Ernai no se le prestaba la debida atención por parte de Sortu. Creo que con la refundación se ha recuperado la confianza. Lo del cambio generacional es una realidad. Tengo la impresión de que en los últimos años se había producido cierto relajamiento, pero me parece que ahora se está volviendo a dar un enganche, la repolitización de toda una generación en clave de independencia, y lo que está sucediendo en Catalunya también ha influido en ello.



Herrigintza
Ha llegado el momento de iniciar un nuevo ciclo, 
un ciclo dirigido a trabajar las bases materiales de la República Vasca 
más que a garantizar los mínimos para la supervivencia de Euskal Herria.”

16.- La refundación también perseguía otros objetivos: abrir las puertas, impulsar la participación, aprovechar la inteligencia colectiva... ¿Se está cumpliendo todo eso?
Hemos empezado a poner sobre la mesa proyectos concretos. Es cierto que en este primer año nos hemos dedicado principalmente a tomarle la medida a la situación, ya que la renovación de la dirección fue prácticamente total. Ahora vamos a empezar a abordar todas esas cuestiones relativas a la cultura político-organizativa. En concreto, vamos a organizar talleres. Ya hemos hecho dos, sobre euskalgintza y desmilitarización, y han sido muy positivos. Ahora vamos a poner en marcha el taller de herrigintza, mediante el cual Sortu busca facilitar toda una reflexión sobre ese ámbito de actuación. En nuestra opinión, cada vez más agentes están llegando a una conclusión: todo un ciclo se ha agotado o está en vías de agotarse, un ciclo que ha durado casi 60 años, el ciclo de las ikastolas, de las cooperativas, de iniciativas como el Herri Urrats. Por lo tanto, ha llegado el momento de iniciar un nuevo ciclo, un ciclo dirigido a trabajar las bases materiales de la República Vasca más que a garantizar los mínimos para la supervivencia de Euskal Herria. Queremos facilitar esa tarea y ofrecer un marco para ello. De carácter abierto, esos talleres son un espacio para la creatividad colectiva, y en ellos queremos recoger y aprovechar tanto la experiencia como la inteligencia colectiva de la militancia de la izquierda abertzale que durante décadas ha trabajado y hoy en día sigue trabajando en diferentes marcos, expresiones y proyectos de herrigintza. Por otra parte, tenemos entre manos diferentes proyectos encaminados a compactar y organizar en red a la comunidad de la izquierda abertzale y, al igual que con los talleres de herrigintza, poner toda su inteligencia colectiva al servicio del proceso de liberación. Esta revista es uno de esos proyectos. El segundo sería la plataforma telemática que posibilitará una comunicación multilateral. Y el tercero la Escuela Política. En estos tiempos líquidos en que los modelos de militancia también están cambiando, uno de los objetivos de todos esos proyectos es multiplicar las posibilidades, los cauces y los espacios para la aportación militante, porque, como decíamos en la ponencia del Congreso, en el proceso de construcción del Estado Vasco todas las formas e intensidades de aportación son necesarias, desde las más pequeñas hasta las más grandes, desde las más puntuales hasta las más constantes.

17.- 2017 también ha sido el año de la reestructuración de EH Bildu. Entre otras cosas, ello ha dado lugar a la autodisolución de Aralar. Profundizando en la pregunta anterior y teniendo eso en cuenta, ¿qué función se asigna Sortu?
Tenemos muy claro que EH Bildu es la referencia política e institucional, la herramienta prioritaria para la articulación de ese espacio soberanista de izquierdas del que ya hemos hablado. Por lo tanto, también tenemos claro que una de las principales tareas de la militancia de Sortu es fortalecer EH Bildu. Sortu se define como un complemento de EH Bildu. Así pues, la función de Sortu es ofrecer a la militancia de la izquierda abertzale alimentación política y un mapa estratégico claro para que, allá donde esté (en EH Bildu, en los sindicatos, en diferentes proyectos de herrigintza, en los movimientos populares, en asociaciones vecinales…), disponga de una foto actualizada y completa de la coyuntura política, social y económica y vea nítidamente por dónde discurre nuestro camino. Junto con ello, Sortu quiere desempeñar la labor de infraestructura del proceso independentista-transformador, poner la logística, ser facilitador. Además, quiere impulsar ese nuevo ciclo de herrigintza, incidiendo y tomando parte. Por último, a Sortu le corresponde desarrollar prácticas y discursos que ninguna otra fuerza de EH Bildu desarrollará, pues no podemos olvidar que el proyecto de EH Bildu es el mínimo denominador común (o, mejor dicho, la síntesis) entre los proyectos de diferentes sectores y culturas políticas y que Sortu (la izquierda abertzale) tiene un proyecto político propio. En ese sentido, a Sortu también le corresponde trabajar el activismo propio (discurso propio y, en su caso, movilizaciones propias) en tres ámbitos principales: a favor de la independencia, a favor del socialismo y a favor de la liberación de las y los presos políticos vascos (cosa que está haciendo mediante Kalera Kalera).