El cambio de la estrategia política de la izquierda abertzale generó dudas, incomprensión y desorientación en parte de sus bases sociales, lógicas dada la profundidad de la transformación y de los nuevos retos que asumía el conjunto de la militancia. La construcción de una mayoría social y política con su correspondiente traslación al ámbito institucional que apueste por pasos cualitativos en la obtención de soberanía para este país requiere la plasmación de una nueva cultura y práctica política eficaz para aprovechar las oportunidades que se nos presentan, cuando menos en el campo de la acumulación de fuerzas. Esta nueva cultura y práctica supone conservar elementos importantes de la anterior estrategia, modificar y adecuar otros y desterrar otros. Los procesos transformadores y/o revolucionarios precisan saber leer el momento, la etapa concreta, y configurar los planteamientos y prácticas más acertadas para con los objetivos de medio y largo plazo y para aglutinar ámbitos más amplios de las clases populares elevando su sensibilización, conciencia, formación e implicación. Es obvio que en estos procesos las equivocaciones siempre van a existir, más en un contexto de transformación profunda de la estrategia. Por ello la crítica, la autocrítica y la adecuación de la teoría y la práctica derivada de la evaluación permanente son imprescindibles. Sin olvidar que los análisis deben incorporar también los aspectos positivos, avances y fortalezas existentes.
El cambio de estrategia también provocó una escisión en el seno de la izquierda abertzale, la cual, no asumiendo las decisiones mayoritaria y democráticamente adoptadas en el seno de todas las organizaciones, optó por desgajarse orgánicamente de las estructuras y generar las suyas propias. No es raro que este tipo de divisiones ocurra; en otros países también han existido. Es lógico también que surjan tensiones y rivalidades entre las partes escindidas; aunque esa rivalidad puede ser de distinto tipo y con diferente grado de respeto.
El debate ideológico
La escisión de la izquierda abertzale ha adquirido formas variadas y no consolidadas: Eusko Ekintza, ATA, Amnistiaren Aldeko eta Errepresioaren Aurkako Mugimendua, Herritar Batasuna, Gazte Koordinadora Sozialista… y la división ha influenciado en otras organizaciones ya existentes, como, por ejemplo, Ikasle Abertzaleak… Sin entrar a valorar las diferencias ideológicas entre estas expresiones organizativas, se observa un denominador común consistente en la apuesta por desgastar la nueva estrategia adoptada y las expresiones organizativas históricas de la izquierda Abertzale (Sortu, Ernai, Lab), y para ello no dudan en utilizar diferentes movimientos sociales. Esta práctica política ha ido mutando. Inicialmente ha girado en torno a enfrentar la reivindicación histórica de la amnistía a la práctica de acumulación y acuerdos entre sectores mayoritarios de la sociedad vasca para solucionar las consecuencias del conflicto y a los intentos de ruptura en el colectivo de presas políticas vascas. Posteriormente, el discurso izquierdista1 centrado en la lucha de clases en unos términos simplistas y/o puristas que hace décadas se había superado en nuestro seno, intenta desdibujar, rebajar y eliminar el carácter revolucionario y anti-capitalista de la izquierda abertzale y lo que es más importante, intenta enmendar en su totalidad la estrategia de acumulación de fuerzas en torno a las clases populares y de alianzas tácticas interclasistas y el principio de que la lucha de clases adopta la forma de lucha de liberación nacional en Euskal Herria. Estrategia y principio que han sido base de la trayectoria de lucha de últimos 50 años. Para esta labor de desgaste no dudan en elevar a categoría fundamental elementos menores o anécdotas (por ejemplo, el compromiso con los principios Mitchell, o la carta de Bildu a Trump) descontextualizando, realizando una selección sesgada de aspectos parciales de la realidad en función de si sirve para sostener una conclusión prestablecida previamente y desvirtuando el método científico. Esta estrategia viene desplegándose desde los años 70 cuando menos, y ejemplos de ello son las conversaciones de Txiberta, la alternativa KAS, la caracterización de Herri Batasuna como unidad popular donde cabían todo tipo de sectores populares desde socialdemócratas hasta comunistas, la Alternativa Democrática o los acuerdos de Lizarra-Garazi. En la deriva izquierdista de la escisión hay ideólogos que están teorizando la no necesidad de un Estado propio para construir el socialismo. Por último, están utilizando algunos movimientos sociales para enfrentarlos con las organizaciones de la izquierda abertzale, en lugar de enriquecer y aglutinar en torno a la estrategia de liberación nacional.
Paralelamente han difundido un discurso donde se acusa a la izquierda abertzale de traidora, liquidacionista, reformista, interclasista, burguesa, institucionalista y/o autonomista, entre otros calificativos, a la vez que se ningunean los avances producidos en los últimos años. En cuanto a estos avances cabe mencionar los siguientes: fortaleza electoral que resulta singular si lo comparamos con otras experiencias (por ejemplo, Latinoamérica) donde tras la finalización de la actividad armada incluso en términos de negociación política se producen descalabros electorales; la primera institucionalización de Lapurdi, Behe-Nafarroa y Zuberoa desde el siglo XVIII; el cambio social e institucional en Nafarroa Garaia y los avances en políticas sociales; las prácticas llevadas a cabo con la gestión de la Diputación Foral de Gipuzkoa que con el paso del tiempo estamos valorando más positivamente; la crisis territorial e institucional en el Estado, cuya máxima expresión es el avance del independentismo en Catalunya, y que puede acarrear la oportunidad de una reforma constitucional o el paso a otro escenario diferente; el acuerdo de Bases para un nuevo status político en Araba, Bizkaia y Gipuzkoa que supera en sus planteamientos y en su grado de concreción en el eje de la soberanía a la Alternativa KAS; los retos de país diagnosticados en el reciente Congreso de Eusko Ikaskuntza; las expresiones movilizadoras de Gure Esku Dago, pensionistas, movimiento feminista, derechos de las presas, ecologistas, huelgas generales y otras respuestas a la crisis económica y a los recortes, y otras expresiones sociales… Es verdad que se puede hacer más y se puede hacer mejor, y la responsabilidad de la izquierda abertzale y de sus militantes recae en ello; pero tampoco cabe minusvalorar estos hechos que desde una perspectiva histórica se pueden calificar como claros avances.
En lo que respecta a las acusaciones que reiteradamente se nos lanzan es preciso responder con argumentos basados en la práctica actual y en la trayectoria histórica de la izquierda abertzale. En las calificaciones de traición no vamos a entrar porque se descalifican por sí mismo al mostrar una falta absoluta de ética revolucionaria y de respeto a miles de personas que se han comprometido por este país y han sufrido las consecuencias. Tampoco en lo que respeta al supuesto liquidacionismo, pues ni ellos plantean entre sus formas de lucha la actividad armada. En cuanto a lo de reformismo, contrarrevolucionario, pro-alianzas interclasistas y burgueses o pequeño burguesas, simplemente señalar varias cuestiones:
si lo somos, lo hemos sido siempre, porque siempre se ha defendido las alianzas con sectores populares, incluido con sectores de la burguesía que estuvieran dispuestos a avanzar en la liberación nacional, y sino ¿qué hacia Argala en Txiberta buscando un acuerdo de país con partidos de la burguesía?, o los acuerdos alcanzados por ETA con PNV y EA en la época de Lizarra-Garazi;
llama la atención que de repente el modelo a seguir sea el de la Revolución de Octubre de 1917, -que por cierto también fue interclasista y sustentado en una previa acumulación de fuerzas, al igual que la práctica totalidad de los movimientos de liberación nacional, movimientos democráticos o movimientos revolucionarios de la historia-, cuando la trayectoria de la Izquierda Abertzale ha resultado heterodoxa en comparación con los movimientos comunistas de Europa2, se ha nutrido de diferentes experiencias históricas, sobre todo de procesos de liberación nacional anticoloniales y antidictatoriales de Latinoamérica, y de una abanico plural de fuentes ideológicas;
si lo revolucionario es abogar por la vía insurreccional o si la única vía para la independencia parece ser la revolución se debe informar que hace más de cuatro décadas que la izquierda abertzale desechó dicha vía y que el contexto internacional y vasco no apunta a que existan ni condiciones objetivas ni subjetivas para ello;
si la vara para medir qué es revolucionario y qué reformista es el uso de un discurso basado en la terminología de los clásicos del marxismo, desdeñar y minusvalorar todo avance progresista y/o democrático u cualquier estadio intermedio que no sea el estadio final de una sociedad sin clases y sin explotación, cabe responder que ello supone una momificación del pensamiento marxista, vaciar de potencialidad y de operativa práctica al movimiento que los asuma, despreciar todo proceso emancipador, escapismo de la realidad, confundir los deseos con las condiciones existentes y sumergirse en un purismo paralizante, excluyente y sectario. Lo cual, desde luego, no se corresponde ni de lejos con lo que ha sido el discurso y la experiencia de la izquierda abertzale en toda su historia3;
la lucha de clases y los procesos de emancipación se manifiestan en diversos ámbitos que adquieren formas variadas además de la confrontación en la calle. La lucha de clases se desarrolla en el debate sobre los sistemas impositivos y en el establecimientos de prioridades y orientaciones de gasto en los presupuestos públicos, en la confrontación laboral por las mejoras de condiciones de trabajo y de remuneración, en la negociación colectiva, en las políticas de vivienda o urbanismo, en las políticas de protección social y de rentas a colectivos desfavorecidos, en las políticas de igualdad de género, en las reivindicaciones de las personas pensionistas, en las luchas contra los recortes, en las reivindicaciones juveniles por las condiciones para levantar proyectos de vida dignos y autónomos, en iniciativas sociales e institucionales por la mejora del medio ambiente y en contra del carácter depredador del capitalismo más liberal, en los proyectos de la economía social y solidaria, en la lucha contra el desempleo y la precariedad laboral, en la solidaridad internacionalista, en la lucha contra la xenofobia y el racismo y en otros ámbitos. En todos estos ámbitos, con sus aciertos y errores, con sus avances y limitaciones, la izquierda independentista adquiere un compromiso progresista con materializaciones reales;
la práctica de los últimos años, aun y con todas sus deficiencias y potencialidades sin explotar, muestra una gran riqueza de proyectos sociales de base comunitaria, anticapitalistas, alternativas y/o cooperativas y de medidas desde el ámbito institucional en defensa de las trabajadoras, por la equidad y la progresividad, por la protección de sectores sociales indefensos4; una fertilidad que va más allá de los discursos y que son guías5 para la construcción social de nuevos cimientos para un cambio de modelo, y todo ello en un contexto de corrimiento hacia la derecha en las políticas europeas socialdemócratas, liberales y conservadoras. Una evaluación de toda esta experiencia, de la que normalmente no somos conscientes, ayudaría a invalidar la crítica de institucionalismo sin menoscabo de que haya necesidad de reajustes y reequilibrios;
la acción política de la izquierda abertzale se ha caracterizado históricamente por ir más allá de la reivindicación pura, de la confrontación en forma de discurso y de movilización y de la acción institucional en pro de mejoras y avances sociales. Siempre ha considerado nuclear en su práctica dos elementos complementarios: por una parte, la generación, apoyo y alimentación de tejido social organizado en torno a reivindicaciones y problemáticas sectoriales, y por otra parte, el impulso y puesta en marcha de proyectos materiales de base comunitaria que respondan a necesidades nacionales y sociales (ikastolas, red de centros de alfabetización, proyectos cooperativos, medios de comunicación, experiencias de solidaridad, infraestructuras culturales y asociativas…), es decir, lo que se ha solido llamar la construcción nacional y social. Una práctica que ha destacado en el panorama de las izquierdas transformadoras europeas por su riqueza, diversidad, carácter abierto, plural y aglutinante. Una práctica que hoy en día se sigue impulsando;
la construcción teórica de la izquierda abertzale se ha sustentado en la práctica y en una mirada abierta a otro tipo de pensamientos, no en el estudio formalista, erudito y rígido de los clásicos del pensamiento marxista (en esto han sido mucho más doctos las diferentes corrientes de los partidos comunistas del Estado, por ejemplo, y así les va). De hecho, la izquierda abertzale no destaca por su aportación teórica, pero si en su concreción práctica, por poner un caso, materializando ideas de Gramsci sobre hegemonía cultural sin siquiera haberlo leído;
como decía Rosa Luxemburgo en su libro “Reforma o revolución”, “la lucha cotidiana por las reformas, por el mejoramiento de la situación de los obreros en el marco del orden social imperante y por instituciones democráticas ofrece a la socialdemocracia el único medio de participar en la lucha de la clase obrera y de empeñarse en el sentido de su objetivo final: la conquista del poder político y la supresión del trabajo asalariado. Entre la reforma social y la revolución existe, para la socialdemocracia, un vínculo indisoluble. La lucha por reformas es el medio; la revolución social, el fin” (léase socialdemocracia como comunistas, que en 1899 era lo mismo), es decir, combinación de táctica y estrategia. Hoy por hoy y aquí, ser revolucionario significa acumular fuerzas y trabajar codo con codo con sectores ideológicos diversos para construir un Estado vasco o un status de soberanía superior que permita desplegar políticas sociales, laborales y de protección de las clases populares más justas y equitativas, hacer efectivos las aspiraciones sociales, culturales y democráticas de una sociedad con una correlación de fuerzas más progresista y construir bases para ir avanzando hacia otro modelo social y económico liberador. Lo que no es revolucionario es encerrarse en el gueto, limitarse a convencer a los ya convencidos, abstenerse de generar procesos masivos y acumulativos de toma progresiva de conciencia sobre denominadores comunes que supongan avances y transformaciones, y olvidarse de aspirar a tomar el poder político, por mucha palabrería supuestamente radical que se emita, por muchas pintadas o por muchos llamamientos a la abstención activa que se hagan. Lo que no es eficaz es hacer abstracción de la dimensión nacional de la lucha de clases y no considerar que la construcción del socialismo o un modelo postcapitalista pasa por recuperar soberanía en instrumentos de política transformadora (algunos de ellos, de los más importantes, instrumentos institucionales) para que se pueda manifestar la correlación de fuerzas más progresista y de mayor aspiración democrática existente en nuestro país en políticas de mejoras de las condiciones de vida y de trabajo de las clases populares, en la asunción y respuesta a retos encaminados hacia el desarrollo humano sostenible y en la transformación del modelo socio-económico. Lo que no es revolucionario ni eficaz es desconsiderar en qué contexto internacional se sitúa este pueblo, cuáles son las tendencias que se observan alrededor y, sobre todo, no incluir en las ecuaciones de acción política el sentir, la forma de pensar, el grado de conciencia y las aspiraciones de la mayoría social. Porque si no partimos de la realidad y de las condiciones subjetivas y objetivas existentes no se pueden llevar a cabo procesos de empoderamiento, toma de conciencia, enganche y aglutinación de sectores diversos en proyectos políticos globales de transformación. Sin esas bases lo único que existe son castillos en el aire, pura palabrería y voluntarismo destinadas al fracaso. Y un movimiento que no aspire a ganar el poder político (en las instituciones, en la opinión pública y en otros resortes) no es un movimiento transformador.
Para finalizar, sobre la acusación de autonomista, cabe realizar la chanza de que la izquierda abertzale siempre lo ha sido. La Alternativa KAS reivindicaba un estatuto de autonomía en el marco constitucional español, y en las conversaciones de Argel o el proceso negociador de Oslo-Loiola-Zurich el planteamiento institucional defendido y discutido fue un estatuto de autonomía y una euro-región. No obstante, cabe rechazar el epíteto de autonomista si se entiende como defensor del actual estado de las autonomías, porque la izquierda no es autonomista, sino soberanista, ya que a la formulación de mayor autonomía siempre ha añadido el derecho de autodeterminación o el derecho a decidir el tipo de relación con los Estados español y francés. Lo ha reivindicado siempre, lo ha asociado a la implementación contemporánea de dicho derecho en países no coloniales (Lituania, Estonia, Letonia, República Democrática de Alemania, Checoslovaquia, Montenegro, Quebec, Escocia, Catalunya…) y hoy en día lo continúa haciendo: muestra de ello son el apoyo a Gure Esku Dago, las bases acordadas para un nuevo estatus en Araba, Bizkaia y Gipuzkoa, o las movilizaciones de solidaridad con el proceso independentista catalán.
Cuando se fundó Herri Batasuna, ésta no se definía como independentista y en sus discursos subrayaba su composición plural por independentistas, federalistas, confederalistas e incluso autonomistas. De hecho, en la década de los 70 la independencia se veía como una utopía a la que había que avanzar con el planteamiento táctico de la alternativa KAS. Habría que esperar a comienzos de la década de los 90 para que asumiera los objetivos de Independencia y Socialismo, que hasta entonces orgánicamente sólo habían sido defendidos por las organizaciones de la Coordinadora Abertzale Sozialista. Hoy en día el debate sobre la independencia se ha convertido en central, y se discute de manera natural, sin cuestionar su viabilidad. Eso es lo que se ha avanzado en estas décadas, gracias en gran parte a todo el trabajo y lucha desarrollada hasta ahora. Y si alguien desea una perspectiva más profunda, que haga el ejercicio de ponerse en la piel de los gudaris que embarcaron en Santoña e imaginar cuál era su esperanza sobre la independencia de Euzkadi. Eso da la medida de lo que hemos avanzado. Conviene recordar dos máximas que se acuñaron en los años 80: “el tiempo de los pueblos no es igual al tiempo de las personas” y “lo nuestro no es una carrera de sprint, lo nuestro es una maratón”. Dos invocaciones a la paciencia histórica o estratégica, que parece haberse mitigado en estos tiempos.
Hasta aquí una serie de consideraciones ideológicas, que cabría ser completada en torno a la táctica y la estrategia, la manera de entender la dinamización de los movimientos sociales, la interrelación entre los ámbitos sociales e institucionales, las formas de lucha como herramientas no como objetivos… Si hemos dedicado este espacio a rebatir ideológicamente el discurso anterior, se debe fundamentalmente a que las nuevas generaciones están adquiriendo una visión distorsionada y acartonada de lo que ha sido la trayectoria histórica de la izquierda abertzale, vaciada de contenido y operativa política en su sentido más rico y complejo. Y de ello se están encargando aquellos sectores que han rechazado participar en la estrategia adoptada y combatirla activamente. Por supuesto, se puede optar por criticar, calificarla de incorrecta y desechar la táctica y la estrategia adoptada desde la V asamblea (1967), pero no se puede hacer eso arrogándose el bagaje, el patrimonio, la legitimidad y la continuidad de la trayectoria histórica de izquierda abertzale en las últimas cinco décadas.
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NOTAS
“Precisamente aquí radica uno de los méritos esenciales de ETA en el momento: la mezcla de intuición, precaución e inquietud teórica en justas dosis como para evitar que, desde sus inicios, ETA y lo que luego sería el MLNV naciera con el bautismo artificial e importado del ritual “marxista-leninista”. Apenas nos hemos detenido a pensar las repercusiones actuales de esa especie de “instinto” que, en contra de toda lógica del momento, optó por las líneas más “pobres” en lo teórico y carentes del prestigio y prepotencia del “comunismo moscovita”.
(…) “Esta experiencia histórica se confirma con la sencilla constatación de que no existe ningún documento de ETA en el que oficial y taxativamente se autoproclame “marxista-leninista”. A la juventud militante actual eso le puede parecer una cosa secundaria. A quienes vivimos -y gozamos- intensamente en varios de aquellos momentos, nos parece además de un logro político impresionante, también una conquista teórica fundamental para mirar el presente y el futuro con optimismo. Dicho en otros términos: ¿qué clase de socialismo defendía ETA y por extensión el MLNV que fue capaz de no asumir como el resto de organizaciones, a excepción de las trotskistas y consejistas, el modelo hoy rotundamente fracasado? ¿acaso la capacidad de no hipotecar el modelo socialista con regímenes hundidos, esa permanente resistencia en defensa de un socialismo propio no es en sí una garantía cara al futuro?”.
3 De hecho, muchos de los discursos, acusaciones de pequeños burgueses o burgueses y de las situaciones que se viven actualmente recuerdan a los discursos “obreristas” de las IV y V asambleas y las escisiones que generaron. En este sentido resulta clarificador recordar lo escrito por Txabi Etxebarrieta para la V Asamblea (1967) “El socialismo vasco y el frente nacional”.
4 A continuación, se presenta un superficial, rápido y desordenado compendio de iniciativas sociales en las que hemos participado: seis huelgas generales contra las consecuencias de la crisis y las reformas laborales; luchas en las fábricas por mejoras en convenios laborales, por poner freno a las reformas laborales y a la precariedad, contra la siniestralidad laboral…; luchas contra la privatización de servicios públicos y en las instituciones que hemos participado medidas para revertirla; luchas contra los recortes en sanidad, educación… (asistencia médica a los emigrantes, retrovirales para afectados por la Hepatitis C…); mantenimiento de la paga extra eliminada por el Gobierno español en Diputación Foral de Gipuzkoa (DFG) e instituciones locales; aumento del gasto social en DFG; inclusión de criterios sociales en tasas y servicios municipales para que las rentas bajas paguen menos; limitación en el pago por autopistas con tarifas máximas; frente al recorte en Renta de Garantía de Ingresos desde el Gobierno de Gasteiz la puesta en marcha de la Ayuda de Garantía de Ingresos en Gipuzkoa; la ampliación de la Renta de Inclusión Social y la mejora de las medidas contra la pobreza infantil y la exclusión en Nafarroa Garaia; iniciativas para la mejora de las pensiones (en Nafarroa, ley aprobada y recurrida en el Tribunal Constitucional); impulso de las Plataformas y asambleas antidesahucios y contra los desalojos de espacios culturales y juveniles (Kukutza…); las medidas para aumentar la justicia y la progresividad en el pago de impuestos, como por ejemplo, la eliminación del Escudo Fiscal y el Impuesto sobre la Riqueza y las Grandes Fortunas impulsado por la anterior DFG; el impulso de estrategias de desarrollo comarcal y local; el apoyo y refuerzo a las Agencias de Desarrollo comarcal en Gipuzkoa; el programa Garaituz de la DFG para mejorar el posicionamiento estratégico de empresas pequeñas; experiencias de cooperativismo y economía social; inclusión de cláusulas sociales y verdes en los concursos y contrataciones municipales; experiencias de redes de consumo próximo, monedas locales y fomento de consumo en comercio local; experiencias de emprendimiento comunitario; paralización de incineradoras (Gipuzkoa, Cementos Portland en Olazti); normativa contra el fracking; iniciativas contra la privatización de Kutxabank; socialización de la información sobre el TTIP; lucha activa contra la xenofobia y el racismo (Maroto…), contra la agresiones sexistas y a favor de los derechos, igualdad y respeto de las mujeres y los colectivos LGTBQI; impulso a los procesos participativos; lucha contra la corrupción en la administración pública (Bidegi, DFG, CAN, Barcina, iniciativas en Parlamentos, ayuntamientos…) y demostración irrefutable de que no todos los partidos políticos somos iguales (casos de corrupción en casi 40 años, diría que cero); y otro montón de prácticas en ámbitos diversos (educación, alfabetización, impulso del euskara, derecho a decidir, construcción nacional, juvenil y estudiantil, deporte, cultura, espacios y fiestas populares, socio-sanitario, vivienda, derechos humanos, anti-represivo, antimonárquico, antimilitarista, solidaridad con otros pueblos y refugiados…). De hecho, se estima que de las iniciativas llevadas a cabo en los Parlamentos autonómicos por EH BIldu más del 80% se han referido a materias sociales. Todas estas iniciativas mencionadas son ejemplos de antes de 2016, en el periodo de cambio de estrategia y de mayor desorientación. En los últimos años esta dinámica se ha fortalecido, y sin alargarnos podríamos destacar las iniciativas de las pensionistas, del movimiento feminista, o el alto contenido progresista y de mejora de condiciones de vida en muchas líneas de actuación de las instituciones navarras. Evidentemente estas iniciativas las han llevado a cabo diversos actores (plataformas, asociaciones, sindicatos, movimientos, instituciones, EH Bildu …). Pero la presencia, apoyo, impulso de las personas de la izquierda independentista, junto con la de otras muchas personas, es innegable. Nos podríamos preguntar qué ocurriría en esta sociedad si todas las personas que nos sentimos de la izquierda abertzale dejáramos de trabajar y luchar en estas iniciativas. No es cuestión de patrimonializar nada. No debe ser nuestro estilo. Este ejercicio trata de recuperar la visión no distorsionada de lo que somos y lo que hacemos, y lo que podríamos hacer mucho mejor. No estamos ni delante, ni detrás, sino al lado de los movimientos sociales. Y estamos al lado, porque no debemos ver la realidad en parámetros de nosotros y la sociedad. Nosotros somos parte de la sociedad. Nosotras también somos las paradas, las precarizadas, las excluidas, las agredidas, las emigradas, las desahuciadas, las abocadas al suicidio… Nosotras somos las que sufrimos y los que tenemos proyectos de futuro y de mejora.
5 Aconsejo la lectura de los documentos aprobados en el V. Congreso de Jarrai de 1992 para observar el enfoque abierto, pluralista y flexible con el que se planteaban las líneas de actuación en el ámbito de la problemática juvenil. Lectura que contrastaría con los planteamientos mantenidos por las expresiones izquierdistas actuales.