Al fín, tienes entre manos el tercer número de Erria. Con el objetivo de pausar una mirada de largo alcance, hemos querido hacer un doble ejercicio de mirar al pasado para mirar hacia adelante, centrándonos en la hipótesis estratégica de la izquierda abertzale. De las dos caras de la misma moneda, pasamos a la soberanía de forma poliédrica, para pensar nuevos caminos para superar la contradicción principal. La articulación de los ejes de nación, género y clase no es una ocurrencia teórica, tal y como el movimiento feminista de Euskal Herria a demostrado, llevando a la práctica su articulación.
Profundizando en el empoderamiento material y formal de Euskal Herria, la experiencia de Nafarroa muestra que el terreno de lucha es entre un régimen que se pudre y un pueblo que quiere el cambio. También en Ipar Euskal Herria, en pleno proceso de profundización de soberanía material y formal, tenemos el reto de profundizar en la soberanía territorial los próximos años. La situación y evolución políticas en el estado español nos confirman en la idea de que en este contexto histórico no parece razonable pensar que el estado vaya a dejar a un lado su déficit democrático, no al menos a corto o medio plazo. A día de hoy, la posibilidad de que el derecho a la autodeterminación, no es posible la celebración de un referéndum pactado. Por ello, la alianza entre partidos independentistas del estado español, puede abrir caminos anteriormente no transitados para incidir en el estado.
El contexto europeo influye en lo anterior. La lucha política que se sitúa entre la soberanía de los pueblos y la democracia, y la involución autoritaria de las élites y su no democracia, junto a la situación y evolución políticas de algunas naciones sin estado en el contexto europeo apuntan sin embargo en la dirección contraria. Se podría afirmar que, en Europa al menos, esta misma disyuntiva comienza a resolver democráticamente. ¿Es ésta una tendencia, como ha habido otras a lo largo de la historia, que puede acabar alcanzando también al estado español?
En la estrategia y escenarios anteriores otorgábamos el papel de arbitro a la comunidad internacional. El rol de facilitador y mediador de unos diálogos y acuerdos que acabarían reconociendo el derecho a decidir de Euskal Herria. Nuestra labor principal en la comunidad internacional era precisamente alcanzar esos objetivos. Democratizar el estado, hacer uso de nuestros derechos para conseguir nuestros objetivos.
Hoy en día, y sin descartar la vía bilateral, somos conscientes de que, para alcanzar la independencia en un proceso no acordado con el estado, junto con el apoyo de la mayoría, resulta absolutamente necesario obtener el reconocimiento internacional. Siendo estas dos condiciones imprescindibles puede que no sean suficientes, ya que nos enfrentamos a un estado con un profundo déficit democrático que utilizará todos los medios tanto a nivel interno como en el contexto internacional, tal y como ha hecho hasta ahora, para evitar que podamos avanzar en estos objetivos.
Para llegar a ser un Estado, necesitamos politicas de país en el contexto internacional. Nuestra política internacional no puede ser la misma que otros partidos al uso. No podemos. No tenemos estado y no se nos reconoce el derecho de autodeterminación. Por lo tanto, nuestra política exterior tiene como objetivo el reconocimiento internacional, teniendo en cuenta nuestros principios e intereses políticos. Para conseguir dichos objetivos, serán necesarios la articulación y cooperación con otras naciones sin estado, mirando a Madrid, Paris y Bruselas, trabajando en lo que no une y respetando lo que nos separa.