Rafa Diez Usabiaga

2018-10-04

TXIBERTATIK ESTATUS BERRI BATERAKO AKORDIORA

El acuerdo sobre las bases del nuevo Estatus Politico para la CAPV entre PNV y EH Bildu tiene un importante significado e importancia politica. Aunque el mismo esta ubicado en una parte de Euskal Herria, su influencia en la estrategia nacional independentista dela izquierda abertzale en este momento político es innegable.

Para considerar su importancia situar dos coyunturas con variables de similares características. Por un lado, la agonía del franquismo e inicio de la transición donde se aborda la posibilidad de acuerdos y compromisos que permitirían compartir bases sólidas para esa transición: libertades democráticas, autonomía en Hegoalde con reconocimiento de la nacion vasca y derechos nacionales. Y por otro, una coyuntura como la actual en la que, tras el agotamiento del marco autonomico-amejoramiento en Hego Euskal Herria, unido al cambio estrategico de la IA y desaparicion de ETA, afrontamos el tránsito hacia un marco de reconocimiento nacional y Soberanía. Asimismo, como importante valor añadido para una estrategia nacional, nos encontramos con los primeros pasos de una Euskal Elkargo, primer marco institucional en la Euskal Herria Continental, que a pesar de su limitado marco de acción se ha legitimado como un actor politico trascendente con su implicacion “institucional” tanto en la cumbre de Kanbo, dotando de proyeccion a la decision de ETA, como en su gestion politica en torno a los presos/as en el Estado Frances.


Fin del franquismo – antesala de la transicion transicion – Txiberta -

Tras casi dos decadas de lucha de una generación que, rebelandose ante la inacción y conservadurismo ideologico del PNV, asumió el desarrollo de un movimiento emancipatorio que fusionó la lucha nacional con las corrientes de pensamiento de la época (Cuba, Argelia y otros movimientos de liberación nacional), el franquismo diseñó un proceso de transición para neutralizar las olas de “cambio” que demandaban las nuevas correlaciones de fuerzas sociales que se estaban desarrollando tanto en Hego Euskal Herria como en el Estado español.

La dialéctica entre reforma y ruptura caracterizó aquel momento político y, desde luego, ha marcado radicalmente la evolución de unos aparatos de Estado – policiales, judicatura, economicos, mediáticos – que, “reconvertidos” a una democracia formal, han continuado reflejando su herencia hasta nuestros días. La opción por la reforma del PSOE, PCE , PNV y CIU, facilitó una transición vigilada y ordenada donde el franquismo politico-sociologico fue metamorfoseándose en UCD, AP y finalmente en el PP de Fraga, como no.

La arquitectura institucional planteada en aquellos momentos, Constitución y Estatutos, no fue, sustancialmente, obra de esos partidos que negociaron la “reforma” sino de una sociedad y organizaciones que erosionaron y condicionaron al franquismo con su lucha política y social. Es decir, el sistema se vió obligado a llegar hasta “esa” Constitucion y los “actuales” Estatutos no por voluntad autonoma, sino como intento de asimilar los avances en conciencia nacional y social de casi dos décadas de lucha. ¿Álguien piensa, por ejemplo, que esa transición hubiera sido la misma con Carrero Blanco? ¿Álguien piensa que los propios estatutos, con el posterior modelo de “café para todos”, mas tarde “descafeinado para todos”, hubieran sido voluntad de los herederos del franquismo sin la lucha del MVLN? ¿Es que todavía el PNV tiene la desfachatez de presentar el actual marco estatutario, agujereado y laminado por muchos sitios, como fruto de su “habilidad” negociadora o apuesta histórica?, cuando aquellos contenidos fueron la consecuencia de los niveles de lucha y correlación de fuerzas que las organizaciones del MVLN fuimos capaces de impulsar con ausencia casi total del PNV y sus líderes.

En aquel momento histórico, encrucijada política, la izquierda abertzale del momento intentó abordar un acuerdo de país (Txiberta) para evitar vías “reformistas” que dilapidaran el capital social acumulado en la lucha antifranquista, pero el PNV quería recoger las “nueces” de la misma y escapó de compromisos por una ruptura democrática que, desde el espacio nacional vasco, estaban pivotados en libertad presos políticos, legalización organizaciones independentistas, autodeterminación y un estatuto para los cuatro herrialdes.

Así pues, las conversaciones de Txiberta fueron el primer intento para una convergencia tactica entre las dos “almas” del abertzalismo. Fue el inicio de una divergencia politica que marcó la decada de los 80 y gran parte de los 90 hasta llegar a un nuevo punto de inflexion: Lizarra-Garazi.


Lizarra-Garazi – oportunidad perdida

En Lizarra-Garazi confluyen dos estrategias diferentes mirando el futuro del escenario político en Hego Euskal Herria. Por un lado el PNV había optado por “gestionar” y abordar una “institucionalización” a nivel de la CAPV (asumiendo la división territorial que impusieron los sectores postfranquistas al PSOE) con un Estatuto de Autonomia que loapizado y condicionado en su puesta en práctica. Esa institucionalización pretendía un avance de nervios importantes del país (euskera, cultura, industria), unido a un aterrizaje en toda la estructura “administrativa”, a costa de ir neutralizando al movimiento social y sindical que daba cuerpo a la estrategia del MVLN. Recordar, en este sentido, que los sindicatos de la “reforma” eran no solo CCOO y UGT sino tambien ELA que apoyó el estatuto de Gernika y se instaló en la nueva administracion pública en régimen de monopolio.

La involución progresiva del Estado en torno al modelo autonómico – congelación de trasferencias, erosión via Leyes Organicas y TC – y la resistencia de un MVLN, apuntando hacia un horizonte de reconocimiento y soberanía que condicionaría el diseño de Constitucion-Estatuto-Amejoramiento donde se metió el PNV, nos llevó a un escenario para situar encima de la mesa una convergencia sobre minimos políticos básicos entre ambos espacios abertzales. Estamos en Lizarra-Garazi.

Las bases planteadas en Lizarra Garazi, abriendo por primera vez una referencia nacional en la estrategia del movimiento abertzale, eran un punto de convergencia suficiente para abrir una nueva etapa política pero las tendencias que caracterizaban a ambos actores durante los veinte años anteriores tuvieron un efecto determinante en el descarrilamiento del acuerdo. Por un lado, el PNV ni estaba preparado en cohesion y voluntad política para abordar una confrontación democrática que pusiera en peligro su “status quo” ante el Estado y, por otro, la izquierda abertzale arrastraba una cultura politico-militar dificil de encauzar y asentar en plazos cortos. Es decir, las tendencias construidas tras las estrategias divergentes nacidas de Txiberta tuvieron más fuerza que la potencialidad que representó Lizarra-Garazi para abrir lo que hubiera sido una especie de “modelo catalán” de fin del siglo XX.

El fracaso de Lizarra-Garazi, el estancamiento del tránsito entre autonomismo y marco de Soberanía, nos llevó a unos nuevos “ensayos” producto de las estrategias de parte – PNV o Izquierda Abertzale. Plan Ibarretxe y Loiola son rescoldos que se avivan tras las brasas que quedaron de Lizarra-Garazi pero que no terminan de incendiar o extenderse en el musculo social vasco. Son procesos sin sociedad, institucionales o entre bambalinas, que terminaron por agotar una fase política. Por lo menos, así lo analizamos en la izquierda abertzale cuando afrontamos el cambio estratégico.


Aiete-Kanbo – Cambio Estratégico

El cambio estratégico tiene como base de reflexión la convicción de que no es posible hacer ese tránsito político entre autonomía y Soberanía en el marco de una estrategia político-militar. El escenario vasco de lucha política necesita abrir una etapa donde, recogiendo los frutos del combate contra el autonomismo, la sociedad vasca pueda articular una nueva correlación de fuerzas en clave de reconocimiento nacional, derecho a decidir y soberanía política y económica reforzando, a su vez, el proyecto estratégico de la izquierda abertzale por una Republica Vasca, Socialista, Euskaldun y no patriarcal.

La decisión autónoma de la izquierda abertzale, con las decisiones adoptadas por ETA desde Aiete hasta Kanbo, han ido dando forma a esta nueva fase política. En Hegoalde el mapa institucional sufre una profunda modificación con una izquierda soberanista-independentista convirtiendose en única alternativa al PNV en la CAPV y parte fundamental de la mayoría de cambio que desaloja al régimen en Nafarroa. Paralelamente el nuevo contexto político refuerza el horizonte común reivindicativo en Ipar Euskal Herria hasta obligar a París a un primer reconocimiento institucional-administrativo en los tres herrialdes del norte del País. Por otro lado, la desaparición de la lucha armada de la ecuación política vasca rompe la espina dorsal de un Estado que utilizaba la lucha antiterrorista como factor de cohesión social y neutralizador del soberanismo político. La evolución del process, con la incapacidad del Estado de respuesta política, profundizan la apertura de un “frente” catalán hasta límites insospechados.


Los intentos de PP y PNV por frenar el proceso de cambio político, utilizando desde el Estado a los presos como rehenes e impulsando el PNV una involución política en clave nacional y conservadora en terminos ideologico-sociales, hizo que el desarrollo de esas variables institucionales no estuviese ensamblando a una dinámica social convergente y progresiva. Las condiciones estaban dadas, los sujetos organizativos teoricamente también. Pero, nuevamente el PNV tuvo miedo de confrontar con el Estado de la mano de la emergente izquierda soberanista y otros agentes, como ELA, se dedicaron a especular con la nueva situación por un parecido temor en sus intereses específicos.

El resultado de esto fue una etapa de dos-tres años con un cierto desconcierto y dificultades para encarar esta fase postautonomista. Ahora, repetimos, nos encontramos ante una encrucijada similar al de la transición 77-79. Cuarenta años después afrontamos, pues, una encrucijada de decantaciones de gran profundidad política con un Estado Español en una crisis territorial para lo que no tiene ni oferta ni terapia estratégica.

En este sentido tenemos la oportunidad de evitar un nuevo Txiberta. Tenemos la oportunidad de articular una convergencia sobre bases sólidas - reconocimiento nacional, derecho a decidir, fondo de poder para una escala democrática y social vasca y blindaje de nuestros marcos de autogobierno-soberanía desde una bilateralidad de los sujetos vasco-navarro con el Estado en un marco Confederal - que nos permitan un salto cualitativo hacia la constitución de una República Vasca.

El acuerdo de Bases y Principios alcanzado entre fundamentalmente PNV y EH Bildu en la CAPV, a pesar del juego “sucio” de un Podemos renegando de un modelo plurinacional y Confederal, puede ser ese punto de encuentro histórico que no pudo ser en Txiberta y que dejamos sin desarrollo en Lizarra-Garazi, Plan Ibarretxe o Loiola. La izquierda abertzale quiere impulsar y construir ese horizonte colectivo para que institucional y socialmente este pueblo de un salto político en su estrategia por avanzar hacia una República Vasca. Podemos subir un “escalón” político muy importante paralelamente a unir las costuras de nuestro mapa nacional.

Llegamos a este crucial momento con relación de fuerzas institucional, con un movimiento social con posiciones firmes en la columna vertebral del salto político – derecho a decidir -, con unas dinamicas sectoriales que van insertandose en la escala vasca reforzando el eje nacional, con un tejido organizativo que, recuperando horizonte colectivo, tiene un enorme potencial. Es momento de avanzar.