Gorka Elejabarrieta. Nazioarteko harremanetarako aduraduna

2019-04-01

Tiempo de cerezas

'O construimos una vía democrática a la independencia o tendremos que construir la vía independentista a la democracia'

David Fernández

Cuando hablamos de las naciones sin estado en Europa, éstas se pueden clasificar, explicar o describir atendiendo a indicativos muy diferentes. Existen sin embargo, dos circunstancias muy especiales en el contexto histórico que estamos viviendo.

Resulta innegable que muchos partidos políticos independentistas han crecido de manera muy importante en muy pocos años y de forma paralela. Partidos como el Sinn Fein irlandés, los escoceses Scottish National Party (SNP), el partido Republican Feroes o la Nieuw Vlaamse Alliantie (N-VA) flamenca entre otros han pasado a convertirse en los partidos más votados en sus respectivas comunidades. Como bien sabemos, el tener partidos o fuerzas políticas autonomistas o independentistas gobernando una nación sin estado no asegura que haya procesos en esa misma dirección. Pero, lo verdaderamente destacable en mi opinión es que además unos cuantos de estos gobiernos tienen una clara agenda independentista. Escocia, Flandes o Catalunya por ejemplo están inmersos en procesos de esas características, procesos por otra parte muy diferentes entre ellos. La mitad de los estados miembro de la Union Europea han conseguido la independencia en el siglo XX. El siglo XXI va a ver de nuevo a viejas naciones convertirse en jóvenes estados.

Otra característica que no ha pasado inadvertida y resulta en mi opinión determinante para nuestro contexto y sobre todo para nuestra lucha, es el hecho de que en el ámbito Europeo las viejas reivindicaciones de las naciones sin estado se están dirimiendo hoy de forma dialogada, acordada y sobre todo pacífica y democrática. En esta eterna batalla por la autodeterminación de los pueblos, parece que la vía democrática es la que se va poco a poco imponiendo. Cabe entender esto también, como un proceso y no como un hecho. Pero resulta innegable que ha habido una evolución en ese sentido. Difícilmente hubiese aceptado Margaret Thatcher un referéndum en Escocia hace apenas 30 años, no olvidemos tampoco que cuando las Islas Feroe votaron democrática y pacíficamente a favor de independizarse en 1946 el gobierno Danés no solo no lo aceptó, sino que aplicó un 155 de la época en toda regla. Y sin embargo, a nadie se le escapa que hoy en día Escocia y el norte de Irlanda, Flandes, las Islas Feroe o Groenlandia son naciones que decidirán sus destinos de manera democrática y acordada con los estados a los que pertenecen. Es esta democratización de las relaciones entre las naciones sin estado y los propios estados matrices la que hace si cabe mas burda e insostenible la actitud antidemocrática del estado español. A diferencia de sus vecinos Europeos, el estado Español no solo no apuesta por democratizar su estado sino que avanza imparable hacia la completa turquización de su política y sociedad. Ante las políticas de seducción que se van imponiendo en Europa el estado sigue apostando por el garrote y la imposición. Parece evidente que a corto y medio plazo al menos, el estado Español no va a sumarse a esta ola democratizadora (respecto a este tema) que se va imponiendo poco a poco en parte importante del resto de Europa. Sin embargo resulta interesante apuntar a la necesidad de no abandonar nunca a nivel discursivo al menos este llamado constante a la necesaria democratización del estado y la necesidad en ese sentido de que este reconozca el derecho a decidir de las naciones sin estado que lo componen. O dicho de otra manera, el insistir una y otra vez en los diferentes ámbitos de la comunidad internacional en la necesidad de acordar un referendum pactado como solución democrática al conflicto que enfrenta a Euskal Herria (y Catalunya) y el estado Español, y la negativa segura que este estado dará a esta medida democrática e internacionalmente reconocida, es en mi opinión una de las razones que puede llevar a aceptar un referéndum unilateral y a reconocer su resultado a una parte de la comunidad internacional. 'La vía democrática a la independencia es la que nos puede traer la vía internacional a la independencia'.

Otro importante factor a tener en cuenta es el hegemónico. Irlanda, Escocia, Flandes y Catalunya son en mi opinión los procesos independentistas más avanzados en estos momentos en Europa. En los tres primeros no existe pugna electoral seria dentro del independentismo, el SNP, Sinn Fein y la N-VA son los partidos hegemónicos sin discusión. En Catalunya sin embargo han sido capaces de desarrollar un proceso independentista a pesar de esa lucha interna entre las diferentes familias independentistas, y ha sido a su vez esa pugna electoral entre partidos independentistas, la lucha por la hegemonía, la que ha causado y está causando también algunos de los obstáculos más dolorosos al propio proceso. Alcanzar esa hegemonía o saber gestionar adecuadamente la falta de hegemonía, un escenario de competencia electoral, dentro de un proceso de esas características es un factor clave.

La actitud de la comunidad internacional, de Europa en particular, ha sido muy similar en los procesos escocés, flamenco y catalán. Ninguno de estos procesos ha llegado al final, no se ha materializado, y por lo tanto ninguno ha exigido un reconocimiento o falta de reconocimiento expreso de la comunidad internacional. Todavía no se ha hecho la prueba del algodón. No creo que esa actitud conservadora y favorable a los intereses de los estados matrices durante los procesos y antes de su materialización haya sorprendido a nadie. Y tampoco creo que se pueda llegar a la conclusión de que Europa y sus estados no reconocerán nuevos estados a futuro. Tal y como dijo el Británico Lord Palmerston refiriéndose a la política internacional de Inglaterra “es una política equivocada el suponer que este país o aquel otro puedan etiquetarse como el aliado eterno o el perpetuo enemigo de Inglaterra. No tenemos aliados eternos, y no tenemos enemigos perpetuos. Nuestros intereses son eternos y perpetuos”. Se puede deducir que los independentistas de las naciones sin estado europeas tenemos intereses comunes, y qué duda cabe que el trabajo conjunto en favor de esos objetivos puede ayudarnos tanto a unos como a otros. Articular y coordinar parte de nuestra política internacional con otras naciones sin estado, sobre todo la encaminada a buscar que los pasos democratizadores que a este respecto están dando algunos estados miembro se den también a nivel de instituciones europeas, puede resultar clave en el futuro. Es por todo ello que hay que apostar de manera decidida por incrementar y fortalecer los espacios de colaboración con otras naciones sin estado, sobre todo europeas.

Ese mismo ejercicio resulta necesario con las naciones sin estado de los estados que nos niegan nuestros derechos. Sincronizar procesos, campañas y acción política con corsos y kanakos por ejemplo de cara a París, o con catalanes y gallegos entre otros de cara a Madrid puede resultar determinante en la nueva fase que se abre. Esa puede ser la palanca, la ventaja táctica que nos ayude a alcanzar nuestros objetivos en esta fase histórica. La democratización del estado a través del dialogo, negociación y acuerdo como fase previa al ejercicio del derecho a decidir nuestro futuro libremente parece agotada, por lo menos a corto y medio plazo. La vía unilateral no pactada, si bien no agotada todavía, ha demostrado algunas limitaciones y dificultades en el caso catalán. La sicronización, articulación y cooperación conjunta de cara a Madrid y Bruselas puede ser la llave de la nueva fase.

La creación de marcos y espacios de debate, discusión y acuerdo entre las fuerzas independentistas a nivel de estado, conjuntada con una praxis parcialmente común puede fortalecer nuestros procesos, entendiendo a su vez que cada uno de los procesos se encuentra en un momento diferente y que es a su vez único, por lo que no existen recetas que se puedan aplicar de igual manera en todas partes. Esto mismo pero ampliado a nivel Europeo y de cara a Bruselas puede trasladarse en una especie de liga de las naciones sin estado que de manera conjunta trabaje aquellos intereses comunes y comprenda y respete aquellos que son específicos.